Wednesday, April 21, 2010

Un dimecres qualsevol - el horror, el horror...



Hola! Avui a: Un dimecres qualsevol, toca una història de terror aterrador. Com la setmana passada no vaig fer-li res a la nostra col·laboradora M., avui li dedico la entrada.


El loco del garfio!


M.P. era una joven trabajadora de un servicio de Help Desk en una ciudad que no merece la pena mencionar.
Esta historia es real, eh? Que me lo contó alguien que conocía a su hermana!
Pues resulta que M. tenía algunas tardes y algunas mañanas libres durante la semana, y, como vivía en un piso compartido, las aprovechaba para limpiar cuando le tocaba. Limpiaba con esmero y con diligencia, asegurándose de no dejar ni un rincón sin repasar y ni una baldosa sin lustre. Resultó que el sábado del que hablo, M. se había levantado excepcionalmente temprano y, aunque había planeado terminar su turno de limpieza el lunes siguiente, decidió aprovechar las horas extra para sacarle brillo a los cristales de la ventana de la cocina, que estaban tan oleosos que las moscas los usaban de pista de patinaje.

La joven limpió a fondo el resto de la cocina primero, basándose en que si limpiabas sólo los cristales pero dejabas la cocina sucia ni siquiera se notaba. Al acabar, cogió una bayeta y un chif-chif de cristales, se encaramó al mármol y empezó a limpiar la ventana con cuidado de no caer. Pero tanta fue su mala suerte que el destino quiso que se le resbalará  uno de los cristales, que fue a romperse contra el inferior, y así sucesivamente. Rápida como una gacela, M. logró coger el cristal, pero, por desgracia, éste fue a clavársele en la mano, penetrando a gran profundidad y seccionándole medio apéndice. Cuando horas mas tarde M. salió del hospital, llevaba los dedos en un potecito con formaldehído , con una chapa con su nombre y la fecha. A modo de detalle, y hasta que pudiera comprarse dedos nuevos, los doctores le dejaron puesto un garfio de pirata que les había sobrado del Carnestoltes anterior. 

Pasaron los días, y M. se fue acostumbrando a esta nueva extremidad. Lo cierto es que consideraba los dedos prostéticos que le habían enseñado una frivolidad burguesa, y el garfio molaba un montón, por lo que decidió quedárselo unos meses, hasta que consiguiera una mano biónica como la de Luke Skywalker. Una noche, cuando la joven ya había recuperado la normalidad en su vida - si bien no en el arte de abrir botellas, Mari volvía de dar una vuelta por el rompeolas. Había aprovechado que aún estaba de baja para salir a media tarde a sacar fotos, pero la noche la había sorprendido todavía junto a las rocas y ahora le tocaba volver a casa. Estaba un poco nerviosa, claro, no porque le preocupara que la atracaran en general, pero había oído en las noticias que un loco se había escapado de la clínica mental mas cercana ( en Girona ) y aunque se decía que ningún loco iba a ir al rompeolas a cascársela, ahora le parecía que las sombras se movían a su alrededor. Al poco de tomar el camino de vuelta se alzó una molesta brisa de mar que la heló hasta el tuétano y, como acompañando al frío, las nubes rodearon completamente la luna y terminaron engulléndosela. Ahora caían unas cuantas gotas, y las farolas que iluminaban la carretera de vuelta apenas si hacían nada excepto llenar el camino con más sombras. El viento agitaba las aguas, y el rumor de las olas contra las rocas le pareció el fru-fru de ropa siguiéndola. Miró hacia atrás en dos ocasiones, pero no vio nada ni nadie que la siguiera. En un momento dado le pareció oír pasos, pero no era sino un gato que pasó de largo y se escondió debajo de un coche. No se veía ni un alma, pero cada vez le quedaba menos para alcanzar el principio de la carretera del rompeolas y una vez allí sentía que habría vuelto a la realidad. A la civilización. Apretó el paso y cuando le pareció que algo le cogía del garfio y tiraba con fuerza, echo a correr. Corrió hasta dejar atrás el rompeolas y perderse en la ciudad. Corrió por las calles semi vacías, cruzando semáforos casi sin mirar y tropezando con un par de borrachos que le estuvieron gritando hasta que los perdió de vista. Cuando al fin llegó a casa estaba cansada y sin respiración. El cuerpo entero le dolía, y el garfio parecía un peso muerto al final del brazo. Subió las escaleras como pudo, entró en casa, y, sin saludar ni nada, se fue a echar a la cama. Se durmió tal cual cayó, sin cambiarse y sin quitarse las botas. 
Cuando despertó, el sol entraba por la ventana entreabierta y la noche anterior le parecía una broma de mal gusto que le había gastado su propio subconsciente. Le dolían todos los músculos de la mala posición y durante un buen rato apenas si se movió, esperando a que la modorra la devolviera a los brazos de morfeo. Cuando vio que eso no iba a suceder, se sentó en la cama y trató de rascarse la espalda con el apéndice de metal. Cual fue su sorpresa al darse cuenta de que, ¡¡¡¡¡enganchado al garfio llevaba un descapotable verde con dos adolescentes abrazados con cara de horror!!!!!!

1 comment:

  1. you are crazy, lady. totally and undeniably crazy.

    I lof chu.

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